Por César Cáceres – Docente del Programa Especializado en Gestión del Talento Humano
En las últimas décadas, venimos siendo testigos del cambio que ha tenido la responsabilidad social, que ha pasado de ser voluntaria a convertirse en una contribución casi obligada al mejoramiento de la sociedad. Muy unida a esta realidad está el objetivo de las empresas socialmente responsables por contribuir con el medio ambiente y como no, mejorar su situación competitiva.
No hay duda que esta contribución genera unos beneficios extraordinarios, tanto en los beneficiarios como en los que la brindan.
Sin embargo, me viene a la mente el refrán “Candil de la calle, oscuridad de su casa”. Y en este sentido, no sería coherente ejecutar acciones de responsabilidad con la sociedad que nos rodea, cuando los colaboradores no reciben un trato adecuado. Es aquí donde afirmamos que la responsabilidad social comienza por casa. Es importante reconocer que lo primero y principal recurso son nuestros colaboradores.
Para lograr la ansiada competitividad y la mejor imagen empresarial, a través de este tipo de acciones, necesitamos que nuestros colaboradores se sientan como los primeros beneficiarios de la organización.
Esta preocupación por los colaboradores se traducirá en un sentimiento de identificación, lealtad y orgullo con la organización.
En este sentido, la empresa tiene el potencial de ser la mejor escuela de responsabilidad social.
Esta responsabilidad social no se puede aprender de manera teórica. Es una virtud social, que se aprende con el ejemplo. Viendo a otros que la ejercen y practicándola poco a poco. Como en todo, lo ideal es que esta filosofía nazca en los líderes y trascienda los límites de la empresa, llegando a proveedores y clientes.
No hay mejor inversión, que la que podemos hacer en nuestros colaboradores. Un trabajador agradecido, vale oro. Todo esto es parte de la cultura de la empresa. Las culturas más sólidas logran tener colaboradores más eficaces y comprometidos con los resultados.
Dar la oportunidad a nuestros trabajadores de colaborar desinteresadamente con otros trabajadores, al interior de la empresa, desarrolla sus motivos trascendentes para actuar. Motivar a los trabajadores desarrollando su lado trascendente es formativo. Y lo mejor es que se está formando líderes. Un verdadero líder es trascendente. Este líder se sitúa a él mismo en segundo lugar, detrás de los demás.
La cortesía en el trato con los demás, la caridad con los necesitados, el buscar la mejora de los que nos rodean, son atributos que se apuntalarán si las empresas entienden que la responsabilidad social debe comenzar por casa.
Sobre el autor:
César Cáceres
Docente del Programa Especializado en Gestión del Talento Humano. Es Máster en Dirección de Empresas por la Escuela de Dirección de la Universidad de Piura – PAD. Es Administrador de Empresas por la Universidad del Pacífico (Perú). Actualmente es Docente de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Piura – sede Lima.