El valor de la familia para la empresa

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Por Paul Corcuera – Docente de la Maestría en Matrimonio y Familia de la Universidad de Piura

En la empresa impera la lógica del interés, por la exigencia de conseguir resultados; bajo esta lógica, el trabajador interesa a la empresa en cuanto productor, si es eficiente y cumple con los objetivos. Según este carácter funcional de la relación jefe (empresa)-colaborador, las personas valen en cuanto son útiles, en cuanto rinden.

Por otro lado, en la familia impera la lógica del amor, centrando su interés y preocupación por las necesidades de sus miembros. Por eso, suele decirse que en la familia se quiere a las personas por lo que son, no por lo que hacen o tienen. En este tipo de relaciones, impera el carácter fundamental de los vínculos familiares. Si en la familia prevaleciera el carácter funcional, muchas personas serían reemplazables.

Estamos frente a dos instituciones con propósitos distintos. La empresa cumple la función de producir bienes o servicios para atender necesidades. La familia tiene la tarea insustituible de desarrollar a sus miembros para que puedan subsistir, crecer en valores y aportar un servicio a la sociedad.

Sin embargo, hay influencia mutua entre ambas. Prácticamente todas las decisiones de los directivos y las políticas empresariales inciden en la vida de los colaboradores y en sus familias. Asimismo, las personas que se forman en una familia y se convierten en profesionales, aportan humanismo y realismo al proceso de toma de decisiones, y un sentido de perspectiva en el tiempo de lo que es realmente importante.

Quien dirige personas en la empresa (directivo) es responsable de:

a) respetar el espacio personal de los colaboradores; no afectar los momentos de atención a su familia, salvo circunstancias eventuales y excepcionales.

b) enseñarles a pensar y valorar las consecuencias de sus decisiones.

c) dar ejemplo, escuchándolos, aconsejándolos o corrigiéndolos cuando sea necesario. Es lo que en sentido estricto supone el desarrollo de las personas, tan enarbolado en la teoría y ojalá en la puesta en práctica.

Evidentemente, en las relaciones humanas en la empresa hay un límite natural, la propia libertad humana; por tanto, un directivo orientará a los trabajadores que le confíen o planteen sus problemas familiares, solo en la medida en que estos lo requieran o se lo permitan.

Si los directivos no entienden que la familia de cada trabajador cumple una función vital y no ponen los medios para su adecuado cuidado, no se interesan realmente por ellos; aunque luego coloquen eslóganes al uso como el siguiente: “aquí las personas son lo más importante”.  

En esto reside, según mi experiencia, uno de los aprendizajes más relevantes para un directivo: reflexionar, entender y trabajar preservando el valor que tiene la familia para la empresa. Y es que como dice Ferreiro[1], “…quien no reconoce que la familia es una necesidad importantísima para los trabajadores no sabe nada de la gente”.


[1]  Cómo ser feliz dirigiendo una empresa. Entrevista de Rafael Zavalla Batlle a Pablo Ferreiro de Babot, PAD, 2016, p.39.

Paul Corcuera – Docente de la Maestría en Matrimonio y Familia de la Universidad de Piura
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