Hacia una perspectiva con propósito de futuro 4.0: las organizaciones deben redefinir su concepto de valor

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Por Patricia Llaque Gálvez – Profesional de las Tecnologías de la Información y la Comunicación. Máster en Neuropsicología Clínica y Máster en Ciencias Cognitivas

En estos tiempos de disrupción tecnológica, que conllevarán profundos cambios en las estructuras económicas, todos tenemos la responsabilidad de replantearnos el rol de las personas en el lugar de trabajo y el papel que juega el trabajo dentro de una sociedad donde las máquinas serán cada vez más relevantes.

La convergencia de tecnologías digitales con avances en biología y en ciencia de materiales nos están dotando no solo de nuevas capacidades, sino que están desdibujando nuestra forma de vivir, de trabajar y de relacionarnos hasta el punto de cambiar nuestro concepto de humanidad.

La transformación que acompaña a lo que se conoce ya como Cuarta Revolución Industrial se diferencia de las anteriores, sobre todo, por la velocidad de acceso a nuevas ideas y a nuevas tecnologías, su alcance y su complejidad. En este entorno de incertidumbre e inestabilidad dirigir una empresa hacia el éxito exige reflexionar sobre el impacto real de la aplicación tecnológica no solo en la productividad y el rendimiento sino también en una cultura organizacional que inspire confianza y que abrace a la diversidad.

Mientras crece la brecha de habilidades y ciertas competencias son cada vez más requeridas, asegurar que un grupo diverso de talento pueda formar parte de la fuerza laboral en todas las etapas de su vida, es una ventaja competitiva para la empresa y un imperativo para la sociedad.

«Business as Usual» ya no es una opción; toda organización debe revaluar sus modelos operativos para poder responder a los nuevos retos que estamos ya presenciando. Y es que vivimos un momento críticamente ambivalente. Por un lado, se vislumbran oportunidades de mejora en  resultados económicos, en la reputación y en la experiencia del empleado; por otro, el riesgo de aceleración del nivel de automatización indiscriminada abriendo paso a mayores desigualdades sociales.

Pensar estratégicamente en el futuro significa abandonar el modelo híbrido de trabajo anclado aún en costumbres del pasado; aunque eso sí, rodeado de pantallas, gadgets y chatbots. Significa, pues, desarrollar nuevos sistemas de gestión más flexibles y menos prescriptivos, donde se favorezca el compromiso, la creatividad y la co-creación sobre la jerarquía, la planificación y los procesos omnipresentes; donde la tecnología sea utilizada de forma más eficiente a la actual y que propicie una relación hombre-máquina más fructífera.

Estas nuevas propuestas son una magnífica oportunidad para garantizar que el cambio de paradigma, que ha prevalecido durante las últimas décadas, se realice con criterios éticos y sostenibles. Los nuevos principios y estructuras deben sustentarse en valores comunes y propósitos claros enfocados a la mejora de la condición humana y no solo a beneficios cortoplacistas. La interconexión, el activismo digital y la transparencia impulsadas por la digitalización facilitan también que el compromiso incluya a todos los stakeholders y que no solo los shareholders sean beneficiados.

Vemos como son muchas las vías de tránsito hacia el futuro, aunque sin duda, la única que nos allana el camino demanda un conocimiento multidisciplinar y centrado en el ser humano, claves para gestionar nuestro cambio. Para ello necesitamos entender el qué, el cuándo y el cómo de esta revolución tecnológica porque también afecta a quienes somos; de ahí la responsabilidad conjunta. Todo ello nos guiará para una mejor adaptación y para encontrar nuevas oportunidades personales y profesionales en el FUTURO DEL TRABAJO.

 

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