Capacitación de impacto y Neuromitos

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Patricia Llaque – Profesional de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones

Los grandes avances dentro de la ciencia del cerebro están impregnando muchas de las disciplinas que frecuentemente se han desarrollado bajo una perspectiva de incomunicación o aislamiento. Y es que el anhelo de explicar la psicología humana en relación a la actividad de las áreas cerebrales de las que depende atrae tanto a profesionales como a legos. Es así, como en los últimos años surgen nuevas hibridaciones tales como neuroeconomía, neuromarketing, neuroética, neurodidáctica, neuroeducación, neuropedagogía… que, desde un enfoque interdisciplinar, enriquecen sus campos de estudio con los resultados de las investigaciones que la neurociencia realiza sobre los procesos mentales gracias a técnicas como la neuroimagen, que monitoriza la actividad cerebral mientras se realizan diversas tareas.

Los que nos dedicamos a la formación, ya sea de manera directa o como responsables de la gestión de la capacitación en las organizaciones, debemos no solo elegir contenidos de calidad sino entender cuáles son los criterios pedagógicos utilizados por los profesionales con el fin de favorecer la transferencia de conocimiento.

Comprender cómo el cerebro lleva a cabo el proceso de aprendizaje puede ayudar al diseño de prácticas pedagógicas y estrategias instruccionales más eficientes. Pero ¿estamos capacitados para crear o reconocer experiencias de enseñanza y aprendizaje, científicamente fundamentadas y basadas en la evidencia práctica? Ante la proliferación de teorías y técnicas que parecen venir más del área de marketing que de laboratorios de psicología cognitiva experimental ¿en qué creemos y por qué? O dicho de otra forma, ¿qué consideraciones debemos tener y cuál debe ser nuestra postura ante las investigaciones de la ciencia del cerebro, cuando muchos científicos admiten tener solo una «borrosa» visión de dicho órgano y estar aún lejos de poder explicar las complejidad de sus procesos funcionales? ¿Pueden entonces estos estudios influenciar hoy de manera directa la nueva educación?

La intersección de la neurociencia, la psicología y la pedagogía ofrecen cada día nuevos titulares sobre el aprendizaje, la memorización, la inteligencia, la creatividad… Y siendo verdad que acercarnos a las redes funcionales corticales y a los procesos biológicos subyacentes nos permite empezar a entender la cognición y la conducta humana, parece que no todo lo que se presenta bajo el paraguas de neuroeducación o neurodidáctica está exento de críticas.

La primera gran incógnita que surge entre muchos investigadores y pensadores es cómo trasladar los resultados de las investigaciones fuera del laboratorio. Señalan la brecha que separa los procesos neurales microscópicos de los comportamientos macroscópicos, propios de los espacios formativos, como un importante reto a la hora de implementar el tan ansiado puente neurocientífico-educativo. Así lo confirman también diversos análisis empíricos al no encontrar el impacto esperado en los ámbitos dónde se han aplicado técnicas «basadas» en la investigación neurocientífica.

De otro lado, estudios llevados a cabo durante las últimas décadas en varios países ponen de manifiesto el creciente poder de ciertas falsas creencias sobre el cerebro y la mente, los conocidos como neuro-mitos. Y es que encontramos numerosos programas y métodos de capacitación diseñados sobre la base de suposiciones casi dogmáticas acerca de la función cerebral.

Son muchas las razones que sustentan los neuromitos. El ser humano tiende a buscar la simplicidad, lo que puede derivar en interpretaciones o conocimientos poco rigurosos. Solemos también sobregeneralizar las conclusiones que se extraen de las investigaciones. En muchos casos existe una falta de entendimiento en la diferencia entre conceptos claves como la correlación y la causalidad. Por no hablar del casi omnipresente sesgo de confirmación, que respalda nuestras opiniones previas impidiendo una toma de decisiones más objetiva. Y aunque me dejo muchas otras razones en el tintero, quiero terminar mencionando el efecto arrastre o bandwagon effect , la tendencia de las personas a alinear sus creencias y comportamientos con los de un grupo. Este es uno de los muchos fenómenos psicológicos que los profesionales del marketing utilizan para influir en las actuaciones de los consumidores.

En la actualidad, donde existe una necesidad imperiosa por innovar proliferan talleres dedicados a fomentar la creatividad, y un reclamo presente en muchos de estos talleres es el de las diferencias entre los hemisferios cerebrales. Se dice que cada uno de ellos controla distintos modos de pensamiento, y que uno de los hemisferios domina en cada persona. Estos talleres de creatividad abogan por ejercitar tanto los aspectos subjetivos, emocionales, intuitivos y artísticos como el funcionamiento más holístico e integrador, característicos del hemisferio derecho. Alegan además que la educación tradicional favorece la lógica, el análisis, la racionalidad y la secuencialidad, propias del hemisferio izquierdo. Ante esta propuesta cabe mencionar que la gran mayoría de investigaciones aducen que ambos lados del cerebro actúan conjuntamente en casi todos los procesos mentales. Asimismo, existen estudios que demuestran que individuos sin hemisferio derecho siguen siendo creativos; de la misma forma que sujetos sin hemisferio izquierdo pueden seguir siendo analíticos, si bien la mayoría no sean capaces de producir lenguaje.

Lo que sí queda fuera de toda duda es que no existe límite de edad para el aprendizaje, es decir, el cerebro adulto sigue siendo flexible. Nuevas células pueden nacer y establecer otras conexiones, al menos en algunas regiones como el hipocampo, estructura clave para la formación y consolidación de nuevos recuerdos. Esta continua capacidad de adaptación a circunstancias cambiantes – la plasticidad cerebral – depende fundamentalmente de cuánto se utiliza.

Precisamente, en la tan comentada gestión del talento, entender la relación real entre dicha plasticidad sináptica y los procesos de aprendizaje, asimilación y adquisición de información debería comprometernos con la formación continua. La posibilidad de adquirir nuevos conocimientos y destrezas, sean éstas intelectuales, emocionales o sociales es una inversión que personas y organizaciones debemos asumir ante un abanico de retos tan dispares como reinvención profesional o procesos de declive cognitivo.

 


Sobre el autor:

Patricia Llaque

Profesional de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, con experiencia en empresas y organizaciones internacionales. Máster en Neuropsicología Clínica y Máster en Ciencias Cognitivas. Trabaja en la intersección de la Inteligencia Artificial y la Psicología Cognitiva y del Comportamiento, con énfasis en la investigación del impacto de la tecnología sobre el desarrollo humano. Su trabajo se focaliza en la consecución de  nuevos valores y propósitos dentro de una cultura organizacional basada en la persona. A través de su marca registrada OnWell participa también en la divulgación de la ciencia y la investigación, dando visibilidad a referentes femeninos, y en el acercamiento al lado más amable de la tecnología, a aquellos algoritmos y soluciones que se diseñan bajo el prisma de la ética social y la sostenibilidad.

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