Por Fernando Uyema Nakaganeku – Director de Estrategia de ACERCAR, asesores en gestión social y laboral
“Viejo lunático (…). Con seguridad voy a domar con fuego al desequilibrado y viejo chocho americano”. Así se expresaba el presidente de Corea del Norte, Kim Jong-un, sobre Donald Trump, quien respondía diciendo “… yo nunca lo llamaría bajo y gordo”.
Estamos ante el dictador norcoreano. Aquel que de manera periódica ordena ensayos militares que amenazan a Corea del Sur y Japón sin aparente justificación, generando zozobra, y conduce un régimen sanguinario y dictatorial sin mayor contemplación por quienes están en su contra.
Kim Jong-un es el tercer presidente de una dinastía que inició su abuelo Kim Il-sung en 1948, quien fue seguido por su padre, Kim Jong-il. Kim Jong-un heredó un régimen que conduce desde 2011 en Corea del Norte.
Pero, ¿quién es Kim Jong-un? ¿de verdad está loco o hay algo más? ¿hay una estrategia “racional” detrás de sus cuestionadas acciones?
Hagamos un poco de historia. En el año 2002, el presidente de Estados Unidos – que en aquel entonces era George W. Bush– señaló que “el eje del mal” estaba conformado por Irán, Irak y Corea del Norte. Esta declaración implicaba que, tarde o temprano, estos países debían enfrentarse con los Estados Unidos y su política de guerra preventiva. Si son acusados de cuna del terrorismo, una forma de destruir este mal es atacando sus raíces.
¿Qué alternativas tenía Corea del Norte ante esta situación?
- Mostrarse dialogante, dejar de lado sus programas nucleares y esperar la consideración de su contraparte. Eso fue lo que intentó Irak y terminó invadido y destruido, demostrándose que no contaba con armas de destrucción masiva.
- Mostrarse hostil, continuar con sus programas nucleares y confiar en que el riesgo de una mutua agresión evite que la contraparte lo “ajusticie” como parte del “eje del mal”. Ese camino era el que ya había escogido Corea del Norte.
En este contexto, los exabruptos de Kim Jong-un, que lo muestran como un “loco” capaz de cualquier cosa, abonan a favor de un repertorio que da credibilidad a que es capaz de iniciar una guerra nuclear. Esos ensayos militares con misiles en lugares cercanos a Corea del Sur y Japón -ambos aliados de los Estados Unidos– son un mensaje de “puedo hacerle daño a tus aliados”. La última prueba de misiles intercontinental es un mensaje a Estados Unidos de “ahora puedo hacer daño a tu propio país”.
Lo que ha construido el dictador Kim Jong-un detrás de esa imagen confrontacional, es una estrategia para mejorar su posición negociadora con los Estados Unidos. En la teoría de negociación se le denomina MAAN (Mejor Alternativa a un Acuerdo Negociado); es decir, tener una alternativa en caso los Estados Unidos sean muy rigurosos con ellos (amenacen con invadirlos o exigirles dejar sus programas nucleares). Esta alternativa es la de hacer daño a su país –Estados Unidos– y sus aliados –Corea del Sur o Japón– frente a un posible ataque militar. Irak no contó con esa amenaza y fue invadido sin mayor contemplación.
El presidente Trump declaró que tiene un “botón nuclear mucho más grande y poderoso” en respuesta a la presunción de que Kim Jong-un tenía un botón nuclear en su escritorio. Trump, sin quererlo, no hizo sino reflejar el temor al botón del otro, pues un ataque nuclear en suelo americano, por más reducido que fuera su impacto, tendría un costo político insostenible para su administración.
¿Esa estrategia funciona? Hasta el momento, sí. Corea del Norte no ha sido invadida a pesar de todas las amenazas de Trump. Además, recientemente, en diciembre del 2017, Rex Tillerson, jefe de la diplomacia de los Estados Unidos, declaró que “Estados Unidos está dispuesto a sentarse a negociar con Corea del Norte sin condiciones previas”. Ello abre un camino al entendimiento, pues en una situación de conflicto habría perdidas de ambos lados.
No es agradable reconocer que un dictador de la catadura de Kim Jong-un cuente con una estrategia sofisticada, pero es peor desconocerlo o ningunearlo. La base para ganar, resolver, acordar o solucionar un problema o un conflicto es entender bien de qué se trata.
¿Cuál es la lección?
Cuando uno negocia, debe tener un Plan B que le permita tener alternativas ante la posibilidad de no lograr un acuerdo. En la medida que el Plan B sea mejor, incrementará su fortaleza en la negociación y será menos vulnerable.
Si usted va a comprar un departamento o un vehículo, su Plan B será tener varias alternativas (conocer la oferta de otros departamentos y vehículos) en caso de que el vendedor se ponga muy exigente. Hay otras situaciones más complejas donde el Plan B no es muy claro (como cuando dos países negocian); en esos casos, el reto es identificar qué alternativas se tiene si no se logra un acuerdo y cómo pueden mejorarse.
Si no tiene un Plan B, sólo cuenta con su capacidad de persuasión, confiar en la buena fe del otro y rezar, por supuesto, si es creyente.
Sobre el autor
Fernando Uyema Nakaganeku
Director de Estrategia de ACERCAR, asesores en gestión social y laboral. Abogado por la Universidad de Lima, Master of Business Administration por CENTRUM, Escuela de Negocios de la Pontificia Universidad Católica del Perú, y Especialista en Negociación por la Universidad de los Andes de Colombia. Entre los cargos desempeñados se señalan el haber sido Gerente de Relaciones Laborales del Grupo Telefónica en el Perú y Gerente de Relaciones Comunitarias en CELEPSA S.A., una de las centrales hidroeléctricas más modernas del país y actualmente es Gerente de Estrategia de ACERCAR, empresa especializada en gestión social y laboral.