Por Patricia Llaque, profesional de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones
Abordar la cognición moral exige comprender cómo nuestro cerebro lleva a cabo los procesos de aprendizaje, así como cuáles son los factores biológicos y culturales que influyen en nuestras decisiones. Acercarnos a las bases neurales del juicio moral nos permite observar cómo interactúan los aspectos racionales y emocionales en el proceso de deliberación.
Considerando que nuestro cerebro es una red que interconecta subredes que funcionan como una unidad, el procesamiento de las decisiones morales entraña gran complejidad por el elevado número de factores implicados. Por ello, y con el fin de poder abordarlo experimentalmente utilizamos métodos reduccionistas que analizan de forma aislada cada uno de sus elementos, obviando muchas veces que la ética está íntimamente ligada al pragmatismo del contexto cultural y situacional.
Visión global y diversa del conocimiento
Es por ello que las investigaciones científicas deben ser aterrizadas y examinadas dentro de un contexto social. Y es que los juicios morales se realizan en un marco social, en el que se establecen normas, derechos, obligaciones, valores, que no deben ser excluidos en la evaluación de nuestra capacidad neural relacionada con la moral, de ahí la importancia de trabajar de forma interdisciplinar. Razón para ello es también que la cognición moral es parte de una red más amplia que se ve influida por las interacciones con el mundo, como sus correlatos neurofisiológicos nos indican.
Existen, como mínimo, seis disciplinas que interactúan dentro de las Ciencias Cognitivas con el fin de ofrecer una visión global y diversa al conocimiento humano y a la relación mente-cerebro: Neurociencias, Filosofía, Psicología, Lingüística, Antropología, Inteligencia Artificial.
En esta andadura conjunta, el rol de las Neurociencias no se circunscribe solo a la descripción y explicación de nuestro funcionamiento cerebral, sino que debe fomentar y guiar el aprendizaje y el desarrollo moral con objetivos claves como:
- Generación de valores como justicia, respeto, solidaridad, compasión, tolerancia.
- Promoción de las actitudes responsables que faciliten la convivencia en cualquier entorno social.
- Mejora de los procesos creativos que den respuesta a los dilemas éticos.
David DeGrazia, investigador en el campo de la ética de la Universidad George Washington, define el mejoramiento moral en términos de capacities oriented. Aboga por crear la capacidad motivacional y los rasgos de personalidad que faciliten tomar la decisión más adecuada en cada situación, valorando lo que está en juego en cada circunstancia.
¿Es cuestión de empatía?
Habitualmente apelamos a la empatía como una de las capacidades claves para mejorar nuestra «moralidad». Sin embargo, son numerosas las investigaciones que referencian la vinculación de la empatía con el sesgo del grupo. Es así como los comportamientos egoístas y dañinos suelen atenuarse si percibimos al otro como similar, más cercano. Es decir, la empatía puede ser debilitada o fortalecida por variables personales, por las preferencias y vínculos que establecemos con los grupos. Este sesgo incide también en cómo respondemos ante un dilema moral, es parte de nuestros aprendizajes y experiencias que subyacen en un sistema de valores, en una cultura, en sus creencias y en un contexto histórico determinado.
La complejidad creciente de nuestras sociedades demanda cerebros entrenados en la capacidad de responder con la debida prudencia y deliberación ante los juicios morales, cada vez más intrincados. Es deber de todos plantearnos el desarrollo de sociedades, organizaciones…. más justas y equitativas donde nuestros vínculos emocionales no desequilibren la balanza en favor de quienes consideramos nuestros «cooperadores» y en detrimento de los otros, a quienes identificamos como «extraños».
Sobre el autor:
Patricia Llaque
Profesional de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, con experiencia en empresas y organizaciones internacionales. Máster en Neuropsicología Clínica y Máster en Ciencias Cognitivas. Trabaja en la intersección de la Inteligencia Artificial y la Psicología Cognitiva y del Comportamiento, con énfasis en la investigación del impacto de la tecnología sobre el desarrollo humano. Su trabajo se focaliza en la consecución de nuevos valores y propósitos dentro de una cultura organizacional basada en la persona. A través de su marca registrada OnWell participa también en la divulgación de la ciencia y la investigación, dando visibilidad a referentes femeninos, y en el acercamiento al lado más amable de la tecnología, a aquellos algoritmos y soluciones que se diseñan bajo el prisma de la ética social y la sostenibilidad.
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