Tecnofilia y gestión humana

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Patricia Llaque – Profesional de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones

Casi todos conocemos personas que desarman artilugios tecnológicos con el fin de explorar y comprender los elementos y mecanismos que facilitan su funcionamiento; algunos incluso van más allá proponiendo alternativas de diseño o funcionales, dentro de un ideario más ético y con mayor valor social.

Lo que distingue a ambos grupos es que no son meros consumidores de tecnología, sino que disfrutan tanto de curiosidad como de una mayor conciencia crítica que les demanda el ejercicio de su capacidad analítica para poder comprender qué dispositivos o aplicaciones están utilizando. En otras palabras, la omnipresencia cotidiana de la tecnología no les lleva a su naturalización automática como una práctica de confianza ciega.      

En esta era disruptiva, la percepción y la interacción con las soluciones tecnológicas exigen por parte de todos los que nos relacionamos con ellas una actitud más consciente y autónoma. Es necesaria una comprensión amplia, contextual y reflexiva porque su utilización modela el qué y el cómo procesamos nuestro mundo cotidiano, independientemente de a qué nos dediquemos, de qué disciplina hayamos estudiado. Y es que nuestro entorno tecnológico también define cómo vivimos, cómo nos transformamos.

Por ello, no debemos dar por sentado que la tecnología es siempre un éxito de la innovación o una prerrogativa exclusiva del dominio de las ingenierías y que, por lo tanto, no podemos ser partícipes en las decisiones que atañen a su creación. Las restricciones y condicionamientos que las soluciones tecnológicas imponen no significan que no se puedan haber diseñado de otra forma, sobre otros principios. Por ello es necesario analizar sus funcionalidades, qué favorecen, qué obvian, cuál es su estructura… En otras palabras, repensemos por qué la adoptamos, por qué la implantamos, reflexionemos sobre cómo se han codificado los procesos para los que ha sido diseñada, escudriñemos más allá de los mensajes que los intereses publicitarios ofrecen sobre la satisfacción de nuestras necesidades.

Entendamos también que toda tecnología ejerce una influencia directa en nuestra capacidad cognitiva y en el comportamiento social y que en los tiempos actuales, de globalización tecnológica acelerada, no estamos hablando precisamente de efectos sutiles o claramente predecibles.

Dentro del contexto que nos atañe como responsables de áreas relacionadas con la gestión humana debemos ser partícipes en la modelización de las soluciones tecnológicas, sobre las que delegamos nuestras funciones. Como ya se ha comentado, dichos sistemas se pueden construir conceptualizando las actividades y procesos de muy diversas formas. Aprovechemos para redefinir mejor el sentido del cuál y del cómo queremos sea nuestro nuevo rol dentro de la empresa 4.0. Transformemos esa nueva lógica de negocio en una representación ética del mundo con especial foco en el bien común. Incorporemos criterios de diseño más amplios, aprendamos, por ejemplo, cómo y por qué sesgos inconscientes de inequidad y de arbitrariedad prolongan su poder a través de muchos sistemas basados en las nuevas tecnologías.

Existen ya numerosos casos que nos sirven de ejemplo. Recordemos el  muy sonado algoritmo de Amazon diseñado para revisar los currículos de los candidatos con el objetivo de mecanizar la búsqueda de los mejores talentos. Esta herramienta de contratación experimental basada en inteligencia artificial otorgaba a los aspirantes a un puesto de trabajo puntuaciones que iban de una a cinco estrellas, de forma similar a cómo los compradores valoran los productos.

Pero afortunadamente la organización se dio cuenta de que su nuevo sistema no valoraba de manera neutral en relación al género de dichos candidatos. Ello se debía a que sus modelos informáticos fueron entrenados con patrones de currículos, con predominio de aspirantes masculinos. Estos modelos facilitaban que se siguiera perpetuando el dominio de los hombres en la industria tecnológica. Es decir, que el sistema de Amazon se enseñó a sí mismo que debía evaluar de manera preferente a los candidatos masculinos, penalizando los currículos que incluían la palabra «mujeres» o similares, como en «capitán de club de ajedrez femenino», y bajando la calificación de las estudiantes egresadas de dos universidades femeninas.

Vemos pues cómo «hacer» tecnología no implica únicamente aspectos técnicos sino cuestiones de mayor alcance, como las socioculturales. Y, sin duda, existen muchos posibles presentes y futuros tecnológicos, dependientes de cuáles sean los cimientos que ordenan el sentido de su diseño. De ahí que involucrarnos en la definición de nuevos significados, finalidades y propósitos es también nuestra responsabilidad. Sirvamos de interfaces reflexivos procurando una mejor experiencia basada en el ser humano, una nueva forma de hacer tecnología donde todos los que hemos optado también por estudiar carreras de ciencias sociales y humanidades incorporemos nuestro conocimiento en ese, cada vez más demandado, código ético tecnológico.


Sobre el autor:

Patricia Llaque

Profesional de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, con experiencia en empresas y organizaciones internacionales. Máster en Neuropsicología Clínica y Máster en Ciencias Cognitivas. Trabaja en la intersección de la Inteligencia Artificial y la Psicología Cognitiva y del Comportamiento, con énfasis en la investigación del impacto de la tecnología sobre el desarrollo humano. Su trabajo se focaliza en la consecución de  nuevos valores y propósitos dentro de una cultura organizacional basada en la persona. A través de su marca registrada OnWell participa también en la divulgación de la ciencia y la investigación, dando visibilidad a referentes femeninos, y en el acercamiento al lado más amable de la tecnología, a aquellos algoritmos y soluciones que se diseñan bajo el prisma de la ética social y la sostenibilidad.

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