Detenerse y reflexionar es la receta para ser más eficaz. Disfrutar del merecido descanso es sólo parte del secreto. La productividad se logra creando espacios para desconectar en nuestra rutina laboral.
La desconexión vacacional ayuda a recargar pilas, pero la clave está en hacer una carga continua que permita llegar al ansiado descanso con las baterías cargadas. Hace unos años se popularizó el término slow down para identificar una nueva filosofía de trabajo y de vida, que supone detenerse un momento y disfrutar de un presente prolongado. Y no se trata de una moda.
Los psicólogos y los neuropsiquiatras aseguran que si existe prisa y estrés la atención se dispersa y el rendimiento es menor. El 80% de nuestra productividad se consigue con el 20% de nuestro tiempo. Una cuestión que recuerda a la forma de trabajar que lanzó a los cuatro vientos Google: del total de las horas que los trabajadores deben pasar en la oficina, el 20% lo pueden dedicar a proyectos especiales. Parece que ese 20% es fundamental para crecer profesionalmente. No hacer nada o aquello que suponga satisfacción es el elixir para ser mejor.
Uno de los últimos expertos que ha decidido investigar eso de aprender a trabajar mejor es Alex Soojung-Kim Pang. Fundador de The Restful Company, es el autor de Descansa, produce más trabajando menos (Editorial Lid). «Aquéllos que aprenden a descansar de forma deliberada acaban siendo más productivos y durante un periodo más extenso de sus vidas. Sus carreras no lo son contra el tiempo, porque no tienen que serlo». Ser consciente de ello es sólo el principio para avanzar, ya que es cuestión de esfuerzo personal.
La jornada de cuatro horas es posible en estas y otras actividades. La llegada de las nuevas tecnologías permite acelerar los ritmos de trabajo y reducir los desplazamientos: una persona trabajando en su puesto es hasta un 75% más operativa que en 1995.