Ante la vuelta al trabajo, pregúntate por qué ya nada volverá a ser igual

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Por Eduardo Irastorza – profesor de EAE Business School

Dentro de unas semanas tal vez podamos volver a nuestros habituales puestos de trabajo. Es de esperar que así sea, por supuesto con numerosos condicionantes y pautas a seguir. Gobierno, instituciones, expertos y empresas están definiendo en estos momentos ese nuevo escenario. Sus ideas no dejan de ser tentativas; nos enfrentamos a una situación sin precedentes y con un horizonte poco claro. No obstante, hay algunos aspectos que ya se van perfilando como claves.

El gran pensador y escritor alemán Goethe dijo que una pregunta bien formulada contiene al menos la mitad de la respuesta. Si bien no podemos establecer todavía las soluciones perfectas al desconfinamiento laboral, si podemos, al menos, identificar algunas de las preguntas que debemos hacernos y apuntar ideas operativas que serán clave en nuestra vuelta al trabajo.

¿Somos capaces ya de dimensionar el cambio de la situación en el mercado laboral?

No se trata de una vuelta de vacaciones o de una excedencia voluntaria. Es algo mucho más serio. Se trata de volver a salir al mercado profesional. Todos hemos de evaluar de nuevo nuestras capacidades y conocimientos, nuestras fortalezas y nuestro valor diferencial. La nueva realidad sólo va a permitir sobrevivir a los profesionales y las empresas eficientes. La simple eficacia ya no será una garantía de futuro.

¿Sabremos volver a jugar en equipo?

Tanto tiempo de aislamiento dejará una huella mucho más profunda en nuestra capacidad para relacionarnos con los demás, ya sean compañeros, clientes o proveedores. Tal vez seamos más intolerantes, menos receptivos, más literales, en definitiva, menos empáticos. Todos volveremos a oficinas, laboratorios o talleres con muchas ganas de hablar y pocas de escuchar. Sin embargo, saber escuchar seguirá siendo la clave para hacer bien nuestro trabajo, reconocer las necesidades e identificar las respuestas.

 ¿Asumiremos que todo va a ser más difícil que nunca?

Hemos vivido una guerra, una guerra con muchas bajas y aún más destrucción. Los medios nos van mostrando con mucha cautela sus devastadores efectos. Lo hacen así para no aumentar la inquietud, la tensión y el desánimo, pero cuando asomemos la cabeza de la trinchera, el paisaje ante nosotros va a ser desolador. Es preciso prepararse, física y mentalmente. El ejercicio es y será aún más imprescindible para mantener la cabeza en su sitio. Adquirir nuevos conocimientos nos ayudará a reforzar la seguridad en nosotros mismos y a percibir conquistas, metas, tangibles en un futuro en el que, al menos a corto plazo, no van a ser perceptibles.

¿Estaremos preparados para trabajar mucho más por mucho menos?

Es difícil de asumir, pero es una de las pocas cosas claras. El paro se multiplicará y la máquina de hacer billetes de los gobiernos se pondrá en modo “full speed”. Keynes resucitará en los presupuestos. Sin duda se va a plantear seriamente un debate sobre el modelo de estado y los partidarios de un decidido intervencionismo van a tener a muchos de su parte. Quienes mantengan su puesto de trabajo, primero se sentirán afortunados, pero, con el tiempo, el sentimiento de agravio crecerá. Es imprescindible que las empresas desarrollen planes de formación, información, evaluación y recompensa capaces de mantener la motivación del mejor talento.

¿Seremos capaces de pensar como una empresa de un solo empleado?

Hace unos años el ejército de los Estados Unidos, con la colaboración de la agencia Leo Burnett, lanzó una de sus más exitosas campañas de publicidad: “An army of one”. Presentaba la incorporación a las fuerzas armadas como la oportunidad de desarrollar todas las capacidades y habilidades de cada uno de sus miembros. El futuro que nos espera estará poblado de profesionales autónomos que deberán aprender a gestionar sus vidas. La tecnología, ya lo hemos comprobado, no es la barrera para trabajar solo. Todos hemos adquirido soltura inesperada en estas semanas. El verdadero reto es aprender a gestionar nuestro tiempo, a sacarle mucho más rendimiento y a la vez a conciliar nuestra vida personal con el trabajo.

¿Asumiremos la incertidumbre como parte de nuestras vidas?

Nuestras vidas, al menos en occidente y para la mayor parte de las personas, ha transcurrido en un horizonte de certidumbres que se ha venido abajo: el trabajo, el nivel de vida, la jubilación, la sanidad… Todo esto se sostiene hoy con alfileres y es algo que nos provoca un enorme estrés. En realidad, la vida ha sido así para la toda la humanidad a lo largo de los siglos. Sólo recientemente eso que llamamos el “estado del bienestar” cambió el concepto de seguridad. ¿Quiere eso decir que hasta ese momento las personas estaban superadas por el estrés, incapaces de disfrutar de nada ante un futuro incierto? Creo que no, basta con ir al museo del Prado y ver sus cuadros. Simplemente, debemos aprender a vivir más intensamente el presente y pensar que nosotros debemos ser los verdaderos dueños de nuestro propio futuro.


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