Por Sara Mendoza Figueroa – Gerente de Marketing de Raet Latinoamérica
Hoy en día, el mercado laboral es muy competitivo. Los cambios son cada vez más vertiginosos. Hay que adaptarse rápidamente a nuevas formas de realizar las tareas, nuevas tecnologías, otras formas de comunicación, a trabajar en equipo con gente del otro lado del mundo.
Algunas veces también sucede que las empresas no cuentan con los recursos humanos suficientes para realizar todas las tareas requeridas; o no tienen el equipamiento o material necesario para hacerlo en forma más eficiente. Otras veces, las decisiones se toman a último momento y, si bien había una tarea perfectamente planificada, hay que salir a realizarla a los apurones, sin el tiempo que se había pensado tener. Asimismo, ocurre que en algunas oportunidades los colaboradores tienen que tomar decisiones difíciles con poco tiempo de análisis y sin mucho descanso, por la carga de tareas.
Las condiciones adversas pueden ser muy variadas. Todo eso lleva a que la presión laboral se convierta en estrés.
Trabajar bajo presión implica seguir siendo eficientes aun cuando no se cuente con los recursos o el tiempo suficiente. Mantener el equilibrio en situaciones como ésta es una habilidad que puede desarrollarse. Por eso, hay que tener en cuenta algunos tips para sobrellevar la presión y lograr un buen desempeño, inclusive en un escenario desfavorable:
- Organizarse: Distinguir qué tareas son las más importantes y urgentes, y llevarlas a cabo por orden de prioridad. Mejor aún si se realizan en el momento del día en que uno es más productivo.
- Mantener una actitud positiva: Es clave entender que el estrés depende en gran medida de cómo uno reacciona a las cosas que le pasan o a las circunstancias externas. Siempre se puede culpar al jefe, a la falta de recursos, al tráfico, al poco tiempo para entregar los proyectos… pero hay que tener en cuenta que se puede aprovechar una situación adversa y hacer que la presión juegue a favor. En lugar de victimizarse y ver la dificultad como una amenaza, se puede entender que se trata de un desafío y una oportunidad de crecimiento, de poner en práctica los propios conocimientos y demostrar lo que uno vale.
- Revisar las exigencias externas y las auto-exigencias: Ser objetivos frente a lo que realmente se necesita vs. lo que creemos deberíamos entregar. Analizar la magnitud real de la “amenaza” y adjudicarle el lugar que le corresponde. No hay que imponerse una presión desmedida. Hay que aprender a ser asertivos, a dar una opinión de manera adecuada y justificada, a decir que no, a delegar, a pedir ayuda.
- Disciplina: Llegar más temprano a la oficina para evitar agregar el estrés de empezar el día corriendo. Tomar un desayuno nutritivo para tener más energía durante el día. Dormir por lo menos 7 horas.
- Recordar los propios proyectos exitosos: Ya hemos pasado por alguna situación adversa, de estrés, y sabemos que pudimos cumplir con los deadlines Se puede vencer la dificultad. Hay que visualizar el próximo éxito.
- Aprender a manejar la frustración: Al no obtener los resultados esperados, hay dos alternativas: frustrarse o aceptarlo. La mejor opción es aceptarlo, pero sin ser conformistas. Disfrutemos de lo que sí hemos logrado y sigamos en la búsqueda de aquello que anhelamos. Hay que aprender la lección de aquellas experiencias que salieron como esperábamos.
- Realizar ejercicios de relajación y actividad física: Ayudarán a disminuir la sensación de ansiedad y a liberar el estrés acumulado durante el día.
El mundo actual nos exige ser expertos de la inmediatez y trabajar bajo presión. Sin embargo, este tipo de trabajo no necesariamente es negativo sino, por el contrario, puede ayudarnos a sacar provecho, a mantenernos enfocados, a demostrar nuestra creatividad y proactividad.
Sara Mendoza Figueroa