Por Fernando Gil Sanguineti (Perú), Presidente de la Asociación Peruana de Coaching, programas@apco.org.pe
El Coaching es un proceso intuitivo por excelencia. Querer estructurarlo es fácil en el papel. Coachear desde una estructura es también fácil. Pero para llegar a niveles muy altos de desempeño en Coaching hay que dejar fluir el proceso y dejar fluir nuestra intuición como elemento fundamental para un Coaching efectivo.
Una de las competencias más importantes de todo Coach, que no es ajena a cualquier relación interpersonal que realmente nos interese, es la presencia somática. Esto es, que el Coach tiene que estar presente para el cliente en cuerpo, mente, emoción, espíritu y energía. Al conectarse con cada uno de los elementos del ser humano completo del Coachee y los suyos propios, la conversación entre esos dos seres humanos será integral. La presencia es la base del rapport que es el primer paso en la estructura de todo proceso de Coaching. Se dice que en una relación entre dos o más personas hay rapport cuando sus pensamientos o sentimientos armonizan entre sí o cuando presentan una serie de puntos de vista compartidos que les permite establecer una relación de plena confianza. El Coaching es una relación de confianza.
Inmediatamente después de establecer el rapport, el Coach debe indagar en los problemas acuciantes en la mente y la emoción del cliente, si los hubiere. Si esos problemas no se trabajan, aunque sea brevemente y desde la escucha activa, irrumpirán en el proceso de conversación regular impidiendo un resultado efectivo. El Coaching está muy orientado al logro de metas de mediano y/o largo plazo. Para ello, es fundamental que el cliente identifique y elabore tres a cuatro objetivos de largo plazo y los valores detrás de ellos. Por valores entendemos aquello que el cliente considera de suma importancia en su vida como la felicidad, el prestigio, la familia, el dinero, la estabilidad, la paz. En el fondo, los objetivos no son sino un medio para alcanzar esos estados representados por los valores del individuo. Identificar los valores es de suma importancia ya que ellos proveen la energía y motivación que llevarán al individuo a tomar decisiones de cambio, de desarrollo, de mejora y lo movilizarán a la acción. Por lo tanto, toda sesión de Coaching debe llevar al cliente a tomar decisiones sobre los elementos de reflexión, el desarrollo de competencias y la obtención de resultados. Sin embargo, una vez tomada la decisión, cuando se trata de pasar a la acción, surgen justamente una serie de creencias limitantes que impiden que el cambio y la acción se materialicen o que las acciones en las que se involucra el individuo tengan más bien un impacto negativo en el resultado.
Una de las responsabilidades del Coach a través de la escucha activa, las preguntas poderosas y el ayudar al cliente a la toma de conciencia es justamente transformar esas creencias limitantes en creencias potenciadoras. Ello se logra recurriendo a medios que contribuyan a construir una realidad ad-hoc para la consecución de resultados. Estos medios pueden ser personas, situaciones, recuerdos, experiencias de otras personas que buscan demostrar que lo que se creía limitativamente puede transformarse en una creencia totalmente diferente y positiva que lleve a los resultados esperados pero hasta ahora nunca alcanzados. Una vez generado el cambio, las nuevas conductas y creencias tienen que anclarse en el comportamiento del individuo y convertirse en un hábito. Para que esto ocurra, es necesario que el Coachee repita un buen número de veces las conductas y diseñe un plan con acciones, fechas, horas y un sistema de responsabilidad y reporte personal. Así, aquello que se visualizaba como un objetivo de mediano o largo plazo empieza a convertirse en realidad.
El acompañamiento del Coach a lo largo de todo el proceso es fundamental, ya que es quien busca que el individuo desarrolle nuevas y mejores prácticas que lo hagan mejor persona independientemente del entorno en el que se desenvuelva.
