Por Alberto Haito, Director de Arellano
Muchas empresas cometen el error de asumir que todos los trabajadores tienen claro cómo actuar en determinadas circunstancias cuando en la realidad, como es natural, hay diferencias culturales y de criterio que hacen que se den actuaciones diferentes y, quizás, no deseadas ante dichas circunstancias.
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Para minimizar los problemas derivados de lo mencionado, existe el Código de Conducta, el cual es el documento que sirve de guía en temas de ética, resolución de conflictos y otros asuntos cotidianos que se presentan en toda organización. El mencionado Código le indicará al trabajador qué hacer y qué no hacer ante determinadas situaciones todo lo cual, además, retroalimenta la cultura y valores de la empresa.
Temas que van desde evitar prácticas que en determinadas circunstancias pueden acercarse a la corrupción, o el establecer claramente cómo se maneja un conflicto de interés o el especificar las normas a seguir en asuntos de discriminación o acoso sexual, son algunos de los que deben estar explícitamente abordados en un Código de Conducta.
Sin embargo, y a pesar de su importancia, algunos códigos son de difícil aplicación al estar alejados de la realidad, lo cual sucede porque son emitidos por la alta gerencia sin considerar la realidad que viven los trabajadores. En el extremo, muchas empresas multinacionales emiten un código común a varios países, el cual desconoce las diferencias culturales entre los mismos.
Para que no suceda esto, es recomendable que en su elaboración y en el despliegue a toda la organización participen los trabajadores lo cual, por cierto, facilita su interiorización ya que lo sienten como suyo.
Por último, también es importante que el Código de Conducta sea simple, corto y amigable de leer. Lamentablemente, muchos códigos, en su afán de no dejar ningún punto fuera, terminan convirtiéndose en documentos largos, densos y complejos, con lo cual los trabajadores no lo recuerdan y menos aún lo interiorizan.
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