Lucas Medola – CFO PayPal Latam
Antes de partir hacia la victoria (a fin de cuentas, era el desenlace esperado cuando aparecía en las pistas del mundo), Usain Bolt presentaba signos claros de estrés. Efectivamente, a pesar de que su semblante dijera lo contrario ante los millones de espectadores que siempre lo acompañaban, el corredor más importante de todos los tiempos estaba muy estresado antes del disparo de salida —incluso después de ocho medallas olímpicas de oro—. Y tenía que ser así, pero en la dosis correcta.
Créanme, el estrés no es necesariamente un enemigo, ni para el mundo del atletismo ni para la vida empresarial. Constituye una defensa natural ante estímulos externos y también resulta de vital importancia para el conjunto de reacciones a las que se conoce como “instinto de supervivencia”. Ante una situación peligrosa, segregamos adrenalina y cortisol, sustancias que nos colocan en situación de alerta y listos para reaccionar, independientemente del escenario en el que estemos inmersos.
En el mundo de los negocios, el estrés está presente en la mayor parte del tiempo de trabajo de los ejecutivos —pareciera formar parte de la tareas inherentes al cargo que se ocupa—, considerado casi como un signo de estatus para los puestos de responsabilidad. Esto puede generar varios problemas de salud, por ejemplo, podemos citar la hipertensión, cuadros cardíacos, ansiedad e insomnio entre los más comunes.
La clave aquí, como en cualquier instancia de la vida personal o profesional, es el sentido común. Esto quiere decir que también es necesario dedicar momentos para desacelerarse durante la jornada de trabajo; son momentos en los que usted necesita relajarse, sin importar las complicaciones que encontrará a su vuelta. Por supuesto, no es para nada sencillo; sin embargo, ese autocontrol hará que pueda resolver los desafíos que se le planteen más rápidamente, de manera más estructurada, sin que medien las emociones y de un modo más saludable.
Asimismo, es fundamental que incluya en su rutina, diaria y de vacaciones, alguna actividad que le resulte placentera, que le produzca bienestar, para así lograr el famoso “desconectarse del mundo”. Esos momentos resultan esenciales para la salud mental y física, además de que parte del proceso nos conduce al éxito profesional.
Pero… ¡tampoco se relaje tanto! El estrés en la medida correcta es lo que marca la diferencia entre el fracaso y el éxito.
Uno de los factores más interesantes del estrés “bueno” (o estrés controlado) es que mejora el desempeño intelectual y la capacidad de la memoria. Incluso hay estudios que aseguran una mayor facilidad de aprendizaje en hombres y mujeres que viven con un nivel de estrés controlado. Para un ejecutivo que depende de sus neuronas en cada segundo de su día de trabajo, es todo una noticia. Se debe a que el estrés es capaz de estimular la producción de las llamadas proteínas regenerativas, que favorecen el surgimiento de nuevas conexiones cerebrales.
De acuerdo con investigadores alemanes de la Universidad de Freiburg, se descubrió que el estrés también puede ser un motivador de nuevas amistades. El estudio demostró que personas expuestas a situaciones estresantes tienden a socializar con más facilidad, compartiendo sus ideas y experiencias, por no mencionar los beneficios al sistema inmunológico: el estrés, en niveles saludables, hace que el cuerpo genere anticuerpos con mayor velocidad y mantenga al individuo en estado de alerta.
Pero si excede ese nivel, las funciones de su cuerpo sufren. ¿El motivo? La adrenalina se une al cortisol, “fabricando” una mezcla tóxica en el organismo, capaz de causar lapsos de memoria, taquicardia, presión alta, alergias, tensión muscular, irritación sin motivo aparente, falta de concentración e incluso… miedo.
Al percibir que se está llegando al límite, deje de hacer lo que estuviera haciendo, y tome una pausa. Respire o haga ejercicios, escuche música o lea el capítulo de un libro que no tenga nada que ver con lo que está haciendo, dé una “vuelta” por las redes sociales (sin compromiso) o juegue en línea durante 10 minutos. Trate de hacer esto en el entorno laboral, mantenga su índice de estrés a raya y obtendrá buenos resultados.
Los especialistas son unánimes: los momentos de hiperactividad siempre deben ser cortos, jamás extensos. Como el jamaiquino Usain Bolt que solía tardar menos de 10 segundos (en los 100 metros llanos, su prueba más fuerte) en cruzar la línea de llegada y quedarse con la medalla de oro —¡una y otra vez!—, la teoría parece tener sentido.