Por Susy Olaechea, co-fundadora y directora de The Leadership Experience
Cada relación que vamos construyendo la vamos desarrollando con cierto nivel de energía y de tensión; de hecho, es esa energía y nivel de tensión lo que nos suele revelar si éstas funcionan o no. Así pues, si chequeamos el nivel de energía y tensión que le imponemos a ese espacio de relación con el otro: ya sea con el equipo de trabajo del que formamos parte, con nuestro jefe, socio o cliente; si miramos las historias que nos contamos y los juicios que emitimos en relación a este espacio, y además revisamos las emociones que se van construyendo; es lógico que habría que detenernos a observar con cuidado cómo nos manejamos frente a todas estas variables; es decir, si nos dimos cuenta que existen y están, y si nos dimos cuenta si el manejo que le damos nos cierra o abre posibilidades.
Piensa en cómo apenas te cruzas con aquel colaborador que forma parte de tu equipo de trabajo, aparece un espacio de relación con una historia: puedes pensar que es un problema trabajar con esta persona, inmediatamente el cuerpo se te tensa, dado que tienes que estar muy atento a la incómoda conversación que suele aparecer entre ustedes; y además sientes un poco de rabia y frustración dado que la comunicación pese a que es constante, no es buena…hay promesas no cumplidas y una muy mala coordinación de acciones.
Un punto muy importante dentro de este enfoque es el manejo de nuestra energía en relación a las declaraciones, los juicios y lo que nos contamos sobre este otro con quien nos relacionamos y sobre la propia relación que hemos entablado. Lo interesante al momento de explorar cómo vamos desarrollando nuestras relaciones, es desafiarnos a mirar si la forma cómo las estamos viviendo nos permiten construir relaciones de calidad, cuidar los espacios, cuidar nuestros trabajos y proyectos; y sobretodo si nos permiten confiar.
Dicho esto, podemos percibir que muchas veces damos por sentado ciertos espacios dadas las historias antiguas que ya nos hemos contado o que hemos aprendido; por poner un ejemplo: si como colaboradores hemos aprendido que en las organizaciones nos encontramos sometidos a un muy definido reglamento, con rigidez en muchas aristas, en donde prima la puntualidad sin importar la mejora en el desempeño; es decir que se cumpla con la rutina; en donde los “líderes” de los equipos están no sólo lejos físicamente, sino emocionalmente; y en donde la creatividad y la innovación no tienen lugar; podría generarse en líder o el colaborador la creencia de que la única forma de construir un espacio de relación laboral, es de esta manera; desde la distancia, con apatía y con ausencia de conversaciones; desde un nivel de tensión de medio a alto, y mucho desgaste de energía, dado que la confianza no tiene lugar.
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