Por Joaquín Lasheras ( España ), Director Comercial y de Marketing de Cezanne Software Ibérica
Estos vientos de crisis que han soplado con tanta fuerza en los últimos tres años nos están trayendo una serie de cambios que, seguramente, nos ayudarán a no cometer los mismos errores en el futuro. Pasará, eso sí, algún tiempo para poder llevar a la práctica esos nuevos planteamientos que empiezan a surgir con fuerza. Sin embargo, es ahora, cuando debemos poner los mimbres que sustentarán la sociedad del futuro. Dadas las circunstancias, algunos cambios se producirán, digamos, por iniciativa propia y otros, sin embargo, “alentados” por algunas recomendaciones de la Unión Europea que ve, desde la perspectiva de la distancia, nuestra situación de una forma mucho más objetiva.
Uno de estos nuevos planteamientos que impulsarán el crecimiento económico en nuestro país, tiene que ver con la necesidad de incrementar la competitividad de nuestras empresas. Este incremento de la competitividad tendrá dos ejes fundamentales. Por un lado, la mejora de la capacitación y la cualificación de nuestros trabajadores, pero, desde la base, es decir, desde los primeros años de formación académica. Y, por otro lado, la recompensa del trabajo bien hecho, de la consecución de los objetivos establecidos, frente a la realización de un trabajo mediocre o un mero “presencialismo”. Por supuesto, estas afirmaciones admiten un sinfín de matices. Pero a grandes rasgos, formación y rendimiento, serán dos piezas estratégicas para cimentar el crecimiento de un país hipotecado por la cultura del ladrillo.
En cuanto al primero de los puntos clave, la formación, si nos centramos únicamente en el ámbito empresarial, podemos decir, sin temor a equivocarnos, que se ha avanzado mucho en los últimos años. Las organizaciones cada vez más, han apostado por complementar las aptitudes de sus empleados con formaciones específicas, para conseguir su perfecta alineación con el puesto que ocupan. Es decir, por potenciar sus mejores cualidades y favorecer el desarrollo de otras nuevas que les permitan, no sólo desarrollar su trabajo con eficiencia, sino planificar su carrera profesional, optando a puestos de mayor relevancia.
En este sentido, tanto empresa como trabajadores han buscado las mejores alternativas de formación posibles, in situ, a distancia, online basada en el e-learning, a tiempo parcial, modelos mixtos, etc. Todo, con el objetivo puesto en la consecución de un fin común. Que los trabajadores ocupen el puesto que deben ocupar y que desempeñen las tareas que deben desempeñar de la mejor forma posible, de modo que trabajadores y empresa estén satisfechos con el trabajo realizado, la forma en la que se ejecuta y los objetivos que se consiguen.
El segundo de los motores del cambio tiene que ver con el rendimiento. O quizá, mejor dicho, con la productividad de nuestras empresas. Ambos conceptos van estrechamente ligados. A mejor rendimiento, más productividad y, por ende, la suma de ambos conceptos implicará, necesariamente, mayor nivel de competitividad. Si bien esta ecuación define el escenario ideal, quedan aún por desvelar algunas incógnitas relacionadas con la forma de ligar rendimiento o salarios con productividad. ¿Resulta esto eficiente? ¿Es el paso lógico que deben dar nuestras organizaciones para ser competitivas? ¿Esta vinculación del salario con la productividad es un premio o un castigo? Muchas preguntas están suspendidas en un ambiente, enrarecido tras los comentarios de la canciller alemana, Angela Merkel, asegurando que el camino que debería seguir España para salir de la crisis, tiene entre sus etapas la vinculación de los salarios a la productividad. A caldear el ambiente han venido también las declaraciones primero del ministro de trabajo Valeriano Gómez, a favor de esta propuesta-orden-ruego-sugerencia, augurando lustros de moderación salarial y después las de los representantes de los principales sindicatos, contrarios, por lógica, a este planteamiento frente a la vinculación convencional de salarios e inflación.
Puestas las cartas sobre la mesa, desde un punto de vista lo más objetivo posible, ligar salario a productividad es el sistema de retribución más justo que existe, por el momento, porque se recompensan los méritos, el desempeño, y el esfuerzo. De modo que, los mejores talentos, además de brillar y recibir el reconocimiento que merecen dentro de la organización, verán aumentar su nivel retributivo. Eso, en los tiempos que corren, resulta más que interesante. Por su parte, aquellos empleados que sólo quieran mantener el statu quo de su día a día, no sólo percibirán un salario inferior sino que verán peligrar su puesto de trabajo.
Esta flexibilidad retributiva que implica la vinculación de trabajo y productividad es seguramente uno de los pilares básicos para mantener los equilibrios de una economía tan maltrecha como la española. Ahora bien, dejando de un lado si la medida es acertada o no ¿cómo podrán llevar a la práctica las organizaciones de nuestro país este planteamiento?
Lógicamente el primer paso tiene que ser, sin lugar a dudas, la definición efectiva de un modelo de dirección por objetivos, vinculándolos con un valor económico. En esta misma línea, los responsables de Recursos Humanos de las organizaciones deberán afinar para definir y calcular con la mayor equidad posible, los índices de desempeño global en los que deberán tenerse en cuenta, no sólo los objetivos, sino también las competencias y el rendimiento. O sea, el cómo y el qué.
De este modo, los responsables de Recursos Humanos en las organizaciones conseguirán un mayor control sobre todo el proceso al aumentar su visibilidad, lo que permitirá garantizar la imparcialidad del sistema y, por tanto, la trasparencia del mismo. Así, se conseguirá además, fomentar la responsabilidad colectiva ya que, tanto jefes como empleados, podrán centrarse con mayor facilidad en lo que se espera de ellos.
Finalmente, es importante destacar que este sistema ayuda a compartir objetivos comunes de desempeño, haciendo universales en las organizaciones una metodología común. Por lo tanto, si es bueno o malo, ligar salario a productividad, ya lo veremos. Por el momento, parece que es la senda que recorreremos en los próximos años. Por lo tanto, puesto que todo apunta a que así será, habrá que contribuir entre todos a que los modelos de medición que se implanten en las organizaciones sean lo más justos posible.