Por Giancarlo Ameghino – Gerente de Gestión y Desarrollo Humano del Grupo Crosland.
Cada cierto tiempo se producen acontecimientos que saltan a la agenda mediática con tal grado de virulencia que dan lugar a la “tormenta informativa perfecta”. Recuerdo algunos casos recientes que han tenido en vilo al “cuerpo periodístico” nacional con una repercusión tanto en prensa, radio, televisión e internet.
Asuntos como el de Odebretch, El Niño Costero, el rezago en la construcción de la infraestructura de los Juegos Panamericanos 2019, la posible clasificación de Perú al mundial Rusia 2018, la percepción del alto nivel de inseguridad en nuestro país.
En la última semana del mes de setiembre se hizo mediática y muy comentada la falta de ética de parte de unos pocos colaboradores de una prestigiosa entidad financiera de nuestro país que abusaron de su posición para hacerse de unas entradas a un partido clave de nuestra selección.
La noticia mereció portadas en prensa, apertura de informativos y ataques, más o menos duros, procedentes de radioyentes e internautas. Una situación como esta supone un daño para la imagen de una empresa o institución, a veces muy difícil de reparar –aunque en este caso particular la entidad tomó acción inmediata y deslindó públicamente del actuar de estas personas, a la vez de proceder con su desvinculación.
En momentos como este, el mejor consejo es realizar un análisis de daños previo a la puesta en marcha de cualquier plan de recuperación de imagen. Hay que trabajar sobre seguro. Pero hay que actuar con rapidez, comunicar a corto y medio plazo y no esconderse detrás del problema. Una compañía que ha visto afectada su reputación no puede permitirse el lujo de permanecer callada.
Pero ¿y esto es suficiente? ¿Algo se podrá hacer al interior de la organización para tratar de evitar estas situaciones? Creo que sí. Podemos ayudar a prevenir este tipo de conductas no éticas con exhaustivas evaluaciones de ingreso, entrevistas y referencias laborales antes de la selección del candidato. Y más aún, prevenirlas con un monitoreo regular del desempeño y conducta de los colaboradores. Pero podría ser que estas acciones aún resulten insuficientes.
Adicionalmente, para que estos hechos tiendan a su mínima expresión, será necesario que la alta dirección y la gerencia permanentemente prediquen con el ejemplo y refuercen de manera continua en su personal la importancia de vivir los valores universales de la ética, la honestidad, la lealtad y el respeto en el día a día. A la larga, los frutos serán mayores.