Por Esther González Arnedo, profesora y directora del Máster en Dirección de Recursos Humanos de EAE Business School
Hay un dicho popular que alude a que el “infierno está lleno de buenas intenciones” y algo parecido le ocurre al registro de la jornada de los trabajadores. Mientras en algunos países ya está en marcha por Ley, como en España, en otros la opción es voluntaria y depende de cada empresa.
Este registro de jornada puede venir motivado principalmente por dos razones:
- La primera, por la intención del empresario de controlar a sus trabajadores. A nadie se le olvida la imagen de Charles Chaplin, en la película Tiempos Modernos, en la que tenía que fichar cada vez que iba al baño en medio de su trabajo en la cadena de montaje.
- La segunda, promovida por el propio trabajador con el fin de sentirse más satisfecho y terminar con situaciones laborales en las que se trabajan muchas más horas de las que se cobran, con el correspondiente perjuicio al empleado.
Pero la realidad es que la humanidad lleva fichando desde los inicios de la revolución industrial y eso no ha determinado ni la calidad ni la cantidad de las horas trabajadas, ni el compromiso y satisfacción del trabajador.
De hecho, en muchos entornos empresariales, la cultura de hacer «alguna hora más» se fomenta porque sí y, muchas veces, esto no se traduce en más tiempo efectivo de trabajo o una mayor calidad o esfuerzo. Porque como se dice vulgarmente, hay empresas en las que está bien visto «calentar la silla».
En realidad, este tipo de medidas no tienen mucho sentido en el mundo de la empresa actual por diversos motivos:
- El ritmo de trabajo actual no es el de una cadena de montaje, al menos no para la mayoría de los trabajos actuales.
- Hoy por hoy, hay muchas formas en que un jefe y un colaborador pueden decidir cómo van a articular su trabajo, sin necesidad tan siquiera de verse, ni mucho menos de fichar.
- Los trabajos cada vez están más digitalizados y pueden hacerse en muchos casos desde cualquier parte, con los medios técnicos adecuados.
- Uno de los aspectos más valorados por los profesionales en la actualidad es la flexibilidad. Y la flexibilidad parte de un planteamiento de la relación jefe-trabajador basado en algo tan fundamental como la confianza, sin registros.
- Cada vez más se trabaja bajo un nuevo modelo basado en el trabajo por objetivos con marcos temporales muy dinámicos.
- No tiene sentido aplicar un registro de horario a todos los niveles de puestos de trabajo y tipos de empresas. Solo en entornos donde el trabajo por turnos es fundamental.
En definitiva, carece de sentido pensar que un mero control de presencia va a ayudar a las empresas a trabajar con mayor calidad y a ser competitivas o a motivar y comprometer a los trabajadores con su puesto y hacer su vida y su trabajo mejor.
Más bien, las consecuencias de la implantación del registro de jornada en la empresa, es que estas se ven obligadas a implantar tecnología y procedimientos de control que en muchos casos antes no tenían, con el consiguiente esfuerzo e inversión. En lo relativo al trabajador, supone en muchos casos una vuelta a un tipo de control que antes no existía y que le resta mucha autonomía y flexibilidad.
Y esto no tiene ningún sentido, porque hay que entender que el ambiente laboral saludable se da cuando hay un entorno de trabajo amigable, respetuoso, en el que el trabajo desarrollado tiene un sentido, se permite innovar a los trabajadores y aportar un valor. No cuando apuntas horas de trabajo.
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