Recibir una evaluación negativa nunca es agradable, pero quedarte resentido, quejarte o tramar una venganza contra tu jefe no es la solución; por lo menos, no si quieres estar allí para la evaluación del año siguiente. He aquí como reaccionar ante las malas noticias a fin de que puedas seguir adelante.
Respira hondo Aunque te den ganas de llorar o de golpear a tu jefe, mantén la compostura y el profesionalismo, al menos hasta que haya terminado la evaluación y estés fuera de su oficina. Puedes decirle que estas sorprendido o decepcionado, pero no reacciones con enojo ni a la defensiva. Ponte en los zapatos del jefe, escribe Jodi Glickman en el libro Great on the Job: What tos say, How to Say It. The secret of Getting Ahead (“Excelente en el trabajo: qué decir y cómo. Los secretos para salir adelante”). “El objetivo de la evaluación no es hacer que te sientas bien, sino que mejores tu desempeño”, señala.
Pídele que te diga específicamente como mejorar
En vez de preguntarle “¿Qué puedo hacer para mejorar mi rendimiento?”, sugiere Glickman, dile: “Aprecio su sinceridad. ¿Cómo podría conseguir el apoyo del equipo de planeación en la primera etapa del proceso la próxima vez?” Si presionar al jefe para que te dé información concreta lo incomoda, dile:”¿Hay alguien aquí que, en su opinión, sea especialmente bueno para esa tarea? Me encantaría que esa persona me diera algunas ideas”.
Escucha para captar los sentimientos, no sólo las palabras “Las personas desean ser escuchadas y comprendidas, tanto racional como emocionalmente”, escribe Rick Kirschner en How to Click with People: The Secret to Better Relationships in Business and in Life (“Cómo congeniar con la gente, el secreto para tener mejores relaciones en los negocios y en la vida”). Cuando tu jefe te evaluó, ¿parecía frustrado, molesto, aburrido o acaso comprensivo? La próxima vez, toma en cuenta su estado de ánimo, y no sólo los términos de su evaluación.
Di “Gracias” Aunque no te haya gustado su dictamen, dile “Muchas gracias por tomarse tiempo para hablar conmigo. En verdad aprecio sus opiniones”, sugiere Glickman. O bien: “No estoy seguro de entender bien o coincidir con todas sus observaciones, pero le agradezco que se haya tomado tiempo para hablar conmigo”. Si la evaluación te convenció, dile “Entiendo perfectamente sus argumentos, y voy a dedicar más tiempo a pensar cómo puedo mejorar en las áreas que menciono. Gracias”.
Propón un seguimiento Glickman aconseja pedir siempre un seguimiento, ya sea para aclarar puntos, defender ideas o limar asperezas respecto a cualquier desacuerdo. Antes de marcharte, di algo así: “Me ha dejado mucho en que pensar, y me gustaría continuar esta conversación una vez que haya reflexionado con cuidado sobre todo esto”.
Velo como un vaso medio lleno Tal vez te parezca trillado y cursi, pero tomar los reveses como oportunidades ayuda realmente a que en eso se conviertan, escribe Tali Sharot en The Optimism Bias: A Tour of the irrationally Positive Brain (“El prejuicio optimista: un recorrido por el cerebro irracionalmente positivo”). “Las predicciones no sólo cambian nuestras percepciones, sino también nuestras acciones”, asegura. De modo que no veas la evaluación de tu jefe como una bofetada, sino como el estimulo para hacer un cambio positivo; así será más probable que te esfuerces hasta lograrlo.
Fíjate nuevas metas y no te apartes de ellas La clave es trazarte un objetivo a largo plazo (aumentar tus ventas en 20 por ciento, por ejemplo) y algunas metas intermedias (como salir a almorzar con cinco clientes cada mes), escriben Roy Baumeister y John Tierney en Willpower: Rediscovering the Greatest Human Strength (“Fuerza de voluntad: redescubriendo la mayor fortaleza humana”).
“Ten una idea de lo que deseas lograr en un mes y cómo vas a hacerlo”, aconsejan Baumeister, director del programa de psicología social en la Universidad Estatal de Florida, y Tierney, reportero del New York Times. “Deja un margen para ser flexible y prevé los contratiempos”. Los estudios de Bausmeister han demostrado que la fuerza de voluntad es como un músculo: cuanto más la usas, más potente se vuelve. Comienza por hacer todos los días algunas tareas sencillas en casa, recomiendan los autores. “Quizá no te importe hacer la cama o mantener limpio tu escritorio, pero estos indicadores del entorno influyen sutilmente en el cerebro y en la conducta, lo que al final de cuentas facilita mantener la autodisciplina. Al parecer, el orden es contagioso”.
Fuente: Selecciones