En qué emplea su tiempo cuando va al trabajo… Hay quienes piensan que desde que se levantan deben estar concentrados en su actividad. ¿Es capaz de mantener esa tensión? ¿Eso lo hace más productivo? Otros por el contrario, opinan que no es saludable, ni resulta productivo a tu empresa.
Un estudio reciente de Harvard Business School sostiene que lo ideal sería una conexión total con su actividad profesional desde temprano en la mañana, sin distracciones y con una concentración plena en lo que le espera al llegar a la oficina.
Según Jesús Vega, experto en recursos humanos, esta teoría es asimilable a lo que en el deporte profesional se entiende como “jugar el partido igual que se entrena”. Recuerda que para lograr el mayor grado posible de concentración y de tensión hay empresas que hacen cosas como organizar las reuniones del lunes por la mañana, para alcanzar en ese momento la velocidad de crucero.
La cuestión es si resulta posible y sostenible mantener este nivel de concentración desde primera hora, y si esta teoría de Harvard puede aplicarse con carácter general a la gestión del tiempo.
Otro estudio, este de la Universidad de California, explica que los profesionales adquieren un estado de concentración o de mayor enfoque en sus tareas alrededor de las 11 de la mañana, y que también se dan algunos picos de eficacia justo antes de la comida. El mayor grado de aburrimiento y hastío se alcanza justo después de comer, los lunes.
El lunes debe su mala fama, entre otras cosas, a estudios como el del servicio de gestión del tiempo WhenIsGood: ese es el peor día para celebrar reuniones. Mejor el martes, y aún mejor si es a las 4 de la tarde, porque si se convoca a las 9 de la mañana, los asistentes tendrán que prepararla el día anterior, o llegarán sin haberla preparado convenientemente. Para que lo sepan en Harvard, en una reunión convocada a las 9 de la mañana, solo uno de cada tres es proclive a aprovechar el tiempo, por muy concentrado que uno vaya en el metro o en el autobús.
Ante la duda de si resulta contraproducente ir a trabajar escuchando música o dedicándose a cualquier otra actividad que no sea trabajo o pensar en el trabajo, Gustavo Piera, autor de “El arte de gestionar el tiempo”, concluye que “cada uno debe decidir lo que debe hacer según su manera de ser. Lo que no puede ser es que la gente vaya a trabajar sin disfrutar con lo que hace, porque el tiempo es una creación del ser humano para medir la vida. ¿Podemos estar perdiendo el tiempo y, por tanto la vida? Cada uno hace con ella lo que quiera”.
Jesús Vega añade que “conviene alinear la actividad profesional con la orientación personal para poder dar más. Cuanto más estimulante y cercano a lo que nos guste sea un entorno laboral, mejor”.
Además, Piera cree que “la habilidad para obtener resultados es imposible sin una visión global, una estructura y un control de nuestras habilidades. Debemos poner prioridades para obtener más del tiempo que tenemos. Se trata de priorizar y planificar esas actividades, porque todo el mundo tiene el mismo tiempo en un día, pero con el mismo tiempo unos hacen más que otros. Se trata de organizarse y de hacer más en menos tiempo”. Piera destaca que “hay quien vive la vida, pero no es la suya. Hay quien pasa por la vida. Y hay quien construye su vida y la vive”.
Ovidio Peñalver, socio director de Isavia, también es partidario de no generalizar, “porque cada persona tiene un biorritmo diferente. Hay especificidades personales que dependen de la genética, de los modelos de aprendizaje y de los refuerzos que hemos tenido. Hay gente matutina, vespertina o noctámbula, y eso cambia a lo largo de la vida. Cuesta creer que todo el mundo necesite conectar a primera hora con el trabajo”.
Vega considera además que resulta determinante saber cuándo se puede perder el tiempo: “En actividades de muy alta exigencia, lo más inteligente es saber cuándo levantar el pie del acelerador y encontrar estímulos para seguir trabajando fuerte. Esto es una carrera a largo plazo. Se acaba quemando a la gente y hay que obtener el máximo siempre administrando la energía”.
Peñalver concluye además que la capacidad de concentración es muy diferente: “Hay quien conecta rápido con un tema, y quien tarda más en concentrarse. Y si lo desconcentras, tarda aún más en volver”.
También el umbral de resistencia es diverso: “Algunos son incapaces de estar más de dos horas pensando en algo, porque se agota, y otros, a partir de la tercera o cuarta hora, alcanzan la máxima actividad. Incluso hay quien necesita pequeñas desconexiones, sin olvidar que existen breves momentos de lucidez que resultan eficaces o muy creativos, en la ducha, o al afeitarse. Duran apenas unos minutos o unos segundos”.
Fuente: Diario Gestión