Es mundialmente conocido la lealtad y diligencia de los ciudadanos japoneses, dos cualidades que para algunos son positivas pero que esconden un lado oscuro si se llevan al extremo.
A los efectos del exceso de trabajo se les conoce como “Karoshi” que significa muerte por exceso de trabajo, y “karo-jisatsu” a los suicidios causados por el entorno laboral.
Estos fenómenos han escalado a tal punto que los gobiernos nipones publican estadísticas de los decesos y se ven obligados a diseñar políticas para reducir sus cifras, hasta ahora con poco éxito.
Los indicadores de este exceso de trabajo serían: el presentismo excesivo, la acumulación de horas extras y el rechazo a utilizar sus vacaciones para descansar.
De acuerdo con la OCDE, los japoneses son los que menos duermen de media entre los países avanzados: casi la mitad de la población de 40 años duerme menos de seis horas diarias.
Pero el exceso de trabajo y la falta de sueño acumulado a largo plazo pueden matar mediante ataques cardíacos o derrames cerebrales, incluso entre los más jóvenes.
¿Cuáles son las propuestas del gobierno?
El gobierno japones ha puesto en marcha nuevas medidas para luchar contra karoshi y promocionar el descanso entre los ciudadanos.
Una de las medidas es la introducción de un nuevo día festivo: el Día de las Montañas en el calendario laboral nipón desde 2016, y obligar a los empleados a coger por lo menos cinco días de vacaciones anuales.
En 2017 se introdujo el Premium Friday, invitando a los trabajadores a abandonar la oficina a las tres de la tarde el último viernes de cada mes, e ir de compras o de bares para revitalizar el consumo privado. No obstante, dicho proyecto solo tuvo un 11 % de seguimiento en sus primeros años de vida.
En 2019 tuvo lugar una reforma de la ley laboral que limitó las horas extras a 45 mensuales y 360 anuales. Sin embargo, esta nueva normativa meramente afecta a las grandes empresas y durante los períodos de mayor actividad pueden extenderse a 100 horas mensuales.
La economía nipona tiene pleno empleo, lo que dificulta la contratación de más personas en épocas de intensa actividad, y, en lugar de abrir el país a los inmigrantes, se ha castigado a los nipones con jornadas excesivamente largas. Sin embargo, en 2019 el gobierno aprobó un programa de visados para atraer a empleados de cuello azul durante cinco años en los sectores más necesitados de mano de obra.
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