Ser buen comunicador, tener buenas dosis de empatía y haber alcanzado un alto grado de madurez
TISOC Coaching ha hecho público un análisis sobre aquellas habilidades que idealmente deberían reunir todas aquellas personas interesadas en incorporar el coaching a su esfera personal y profesional.
En un momento en el que, según Ricky Gomes, coach presidente de TISOC: “El Coaching está adquiriendo visibilidad en España y en el que la formación para llegar a ser coach certificado está en alza”, TISOC Coaching revisa habilidades y actitudes óptimas para un buen ejercicio del coaching.
“Un buen coach nace y se hace. Existen habilidades innatas, como las que aquí señalamos, que son un excelente punto de partida. Ahora bien, es necesario formarse adecuadamente para moldear esas habilidades y desarrollarlas”, señala Gomes.
Las siete habilidades de un buen coach
- Empatía. La empatía es la capacidad para observar a los demás, captar lo que están pensando y meternos en su piel. Una buena sesión de Coaching empieza precisamente por este punto, por observar y empatizar. Si somos capaces de ponernos en el lugar de las personas de nuestro entorno para entenderlas un poco mejor y responder de forma solidaria ya tenemos un punto a nuestro favor.
- Equilibrio & madurez. Un coach ha de ver la vida como un camino de mejora en el que el cambio es el motor del desarrollo personal y profesional. Como resultado de esa evolución, necesita haber llegado a un punto de madurez y equilibrio antes de colocarse frente a un coachee. Todos tenemos nuestros conflictos y áreas de mejora por resolver. Son necesarias buenas dosis de autoconocimiento y de equilibrio emocional para ofrecer un coaching solvente.
- Asertividad. Ante una situación de conflicto existen tres tipos de reacción: dejarse llevar por los demás para evitar el conflicto; volverse autoritario y agresivo, y, por último, hay gente que es capaz de defender su postura sin faltar al respeto de otros ni amedrentarse. Un coach en funciones responderá a este último tipo, el de las personas que saben decir que no sin gritar y que no tiene problema en discrepar abiertamente.
- Intuición. Fiarnos de nuestra intuición sobre algo que está sucediendo nos puede llevar a niveles más profundos de comprensión. Añade además otra dimensión a nuestra lógica habitual y a la mera perspectiva racional. Eso sí, se recomienda al coach novel contrastar lo intuido hasta llegar a la convicción. Si tu intuición es de las que no falla tienes mucho ganado para ejercer como coach.
- Comunicación. Saber preguntar y comunicarse eficazmente va a ser básico, pero saber escuchar puede ser incluso más importante. Y cuando hablamos de escuchar o de comunicar lo hacemos en el sentido más amplio de la palabra. No olvidemos que sólo un 7% de nuestro mensaje se traslada a través de las palabras y que sobre todo transmitimos a través de nuestra entonación y lenguaje corporal.
- Capacidad de análisis y de síntesis. Si la capacidad analítica nos permite disgregar la realidad en muchos elementos para revisarlos y descubrir sus relaciones, la capacidad sintética hace que podamos ver esos elementos como un todo único. Una y otra permiten al coach organizar la información para que su visión sea más completa y ajustada a la realidad.
- Tenacidad. Evitar asesorar a la persona que tenemos enfrente, no juzgar bajo ningún concepto, tener presente un método en todo caso… El coaching exige una disciplina férrea que no siempre es fácil observar. Si somos de esos que se mantienen firmes y que se adhieren a su propósito sin arrugarse ante la dificultad estaremos en el camino para ser buenos coaches.