Es hora de cambiar el chip, tanto hombres como mujeres

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Por Silvia Noriega – Gerente de Responsabilidad Social en BCP 

_     Hoy es domingo, así que mi esposo cocinará para la familia.

_     ¡Wow! ¿Es en serio? Si que lo tienes bien amaestrado, ¡ah!

_     Jajajaja. Así es. Lo tengo bien entrenadito.

Esta fue una conversación que tuve con una amiga hace algunas semanas. Ahora, varios días después, acabo de caer en cuenta que el contenido de ese diálogo se desprende de dos supuestos: el primero, que la que debería estar cocinando soy yo por ser mujer, y el segundo es que si él me cocina es porque algo hice para cambiar lo que debería haber ocurrido, es decir, lo entrené.

Esta es una situación que pasa a menudo y en muchos casos ni los hombres ni las mujeres nos damos cuenta de que eso sucede, haciéndolo más difícil de detectar y, por ende, de trabajar para una solución. ¿Qué implicancias significativas puede tener un comentario tan inocuo como ese?

Pues muchas, y en el ámbito laboral, de tal magnitud que pueden mermar de manera significativa la evolución profesional de las mujeres.

Varios expertos en diversidad coinciden en que el sesgo cognitivo es uno de los principales factores que hay que combatir en la empresa para lograr los indicadores más deseados de equidad de género, los que tienen que ver con la proporción de mujeres en posiciones de poder en las organizaciones.

Existe un caso bien interesante que trabajó Harvard Business School, conocido como “Howard vs. Heidi”, donde se describe a un personaje ambicioso, agresivo y claro en los negocios, pero se omite su género. Posteriormente, cuando se les dice a las personas que el personaje es mujer u hombre, su apreciación cambia de manera notable, siendo más desfavorable cuando el personaje es mujer.

De hecho, hace poco se hizo un experimento similar en Noruega, uno de los países con mayores avances en cuanto a equidad de género del mundo, y el sesgo cognitivo persiste, es inconsciente en muchos de los experimentados, quienes se muestran incómodos al darse cuenta de que lo tienen.

Más allá del convencimiento que tenemos muchos de que debe haber igualdad de género o de la necesidad de promover normativas que fuercen tratos igualitarios a través de cuotas de alguna índole.

Lo más importante es que seamos conscientes de que todos prejuzgamos sobre la base de creencias inconscientes, enquistadas en nuestros cerebros desde muy temprana edad. Esas concepciones permean nuestro análisis, lectura de situaciones y toma de decisiones.

Como bien dice Janet Crawford: “somos creadores y consumidores del ecosistema que genera el sesgo cognitivo”. Por eso, debemos estar muy atentos a nuestro entorno, intentando detectarlos, hacerlos explícitos y, en la medida de nuestras posibilidades, ayudar a cambiarlos.

Avanzar en cuanto a equidad de género en el Perú significa que todos, peruanos y peruanas, cambiemos poco a poco ese discurso común y limitante de lo que significa ser hombre o ser mujer.

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