La lealtad es clave en las organizaciones

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Las empresas se esfuerzan por desarrollar el talento humano y gastan alta sumas de dinero en capacitación y entrenamiento para obtener de sus empleados el mejor nivel de productividad del mercado. Pero a menudo vemos cómo estos ejecutivos entrenados por la empresa pasan a trabajar para la competencia sin el más mínimo remordimiento, filtrando información, planes de trabajo y futuros proyectos.

Hay quienes tienen años en la organización y han sido ascendidos de puesto y valorizados muy bien económicamente, pero ante la primera crisis no están dispuestos a sacrificar sus bonos.

Cada vez es más escaso el valor de la lealtad y muchos prefieren buscar otros horizontes que sacrificarse por su compañía.

¿Qué lleva a estos ejecutivos y colaboradores a actuar de esta manera? Uno de los motivos es el egocentrismo. Estamos tan concentrados en nosotros mismos que olvidamos que quien nos dio la mano para escalar ha sido la compañía. El entorno competitivo y los cambios constantes en la bolsa financiera crean un ambiente amenazante que nos orienta a focalizarnos de manera egoísta.

En cambio, la lealtad nos lleva a pensar más allá del yo interno y revaloriza la contribución realizada por las personas hacia nosotros.

Elementalmente, la moneda tiene dos caras y hay empresas que también han perdido el sentido de lealtad con sus empleados, olvidando que han sido ellos a base de años y sacrificio los que han sedimentado las bases del éxito de hoy.

La vida tanto personal como laboral se rige por el equilibrio, se debe ser justo con lo que damos y con lo que obtenemos.

La lealtad es un ingrediente necesario para la supervivencia en el ciclo de los negocios, especialmente cuando vivimos en tiempos de empresas depredadoras que no escatiman gastos ni recursos para monopolizar el mercado. Implica una relación de participación en la que empresa y trabajador se ayudan y comparten responsabilidades en el desarrollo de un proyecto.

No obstante, lealtad no significa andar a ciegas diciendo sí a todo lo que la compañía quiera. Ante cualquier interés que suponga beneficios para ellos y que ponga en riesgo sus principios éticos y morales, usted está en la obligación de manifestar su desacuerdo, pues lo que en realidad está en juego es su credibilidad y honestidad ante los demás. Recuerde que una mala decisión puede costar un mundo de oportunidades que tal vez no vuelvan a tocar su puerta.

En una época en la que cada vez es más difícil lograr ventajas competitivas, las empresas no pueden darse el lujo de perder a su personal.

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