Por Marcus De Monzarz, Director Consultor BNI
La palabra empresa suele remitirnos a oficinas y a cifras. Sin embargo, esta fue concebida como una institución colectiva cuya principal finalidad fue alcanzar objetivos que superaran nuestras capacidades individuales. Es decir, la empresa es hermana de nacimiento de la sociedad humana, pues nace en ella y, en sus orígenes, se debía a esta. Ese era su propósito.
Con el tiempo las empresas fueron perdiendo ese propósito en función de otros temas “más importantes”, poniendo el bienestar de la junta de accionistas por encima de un importante y natural equilibrio en el cual empresa y sociedad salían beneficiados.
Sin embargo, hoy en día observamos una tendencia creciente que busca recuperar ese equilibrio impulsando a que las organizaciones trabajen con un propósito, generando un beneficio más equitativo para todos los actores, o reduciendo el impacto de sus actividades sobre estos actores o su entorno.
Ahora bien, establecer un propósito para nuestras organizaciones, no es un mero acto de solidaridad, sino que eleva su productividad, diferenciándolas y generando una relación saludable y beneficiosa con los stakeholders, un activo invaluable en medio de la crisis mundial que vivimos. El detalle está en cómo lo implementamos.
Para empezar, el propósito debe ser auténtico y tangible en la empresa y en sus procesos, convirtiéndolo en algo real, cuyo impacto positivo para la sociedad debe ser visibilizado. Aquello que no se comunica, no existe. De igual forma, este propósito debe ir de la mano con una gestión responsable. De nada servirá un propósito encomiable si mi empresa no es sostenible al mediano plazo.
Con respecto a nuestros colaboradores, trabajar en una empresa con propósito genera un compromiso diferente, pues se sienten parte de un fin mayor. Esto tiene como resultado una productividad más alta y un clima laboral más saludable.
En el caso de BNI, nuestro propósito se basa en la filosofía Givers Gain, cuya premisa es ponernos al servicio del otro, pues, en algún momento, esa persona también me ayudará a mí. Esta ayuda desinteresada se convierte en un círculo virtuoso que ha dado como resultado muchos actos de solidaridad, cada uno más impresionante que el otro.
Colectas, e incluso conseguir un balón de oxígeno en plena crisis de desabastecimiento entre miembros que no se conocen, son muestras de lo que puede lograrse con un propósito real. Entonces, desarrollar el propósito de nuestras organizaciones puede ser una puerta de entrada a posibilidades impensadas. El momento es ahora.
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