
Si bien antes hablar de diversidad, equidad, inclusión y pertenencia (DEIP) era considerado un “extra” o una buena práctica. Hoy, y aún más mañana, es un must para la sostenibilidad organizacional.
En un contexto global donde el talento exige coherencia, donde los liderazgos son cada vez más evaluados por sus valores y donde las sociedades exigen respuestas concretas a las desigualdades, la DEIP ha dejado de ser un discurso para convertirse en una capacidad estratégica y un motor de rentabilidad.
Sí, rentabilidad.
Como lo expresó Felipe Cárdenas, presidente de la Cámara de la Diversidad en Colombia: “Agregar valor social va de la mano con agregar valor económico”. Es una realidad respaldada por casos concretos. Porque la inclusión bien hecha no es una carga, sino una ventaja competitiva.
En ese sentido, no basta solo con tener políticas, talleres o un comité. Si bien son los primeros pasos importantes, lo que viene para las organizaciones que realmente quieran liderar en DEIP es una transformación profunda de su forma de hacer empresa. Eso implica al menos tres cosas:
- Diseño desde la equidad: pasar de adaptar lo existente a rediseñar con una mirada de equidad interseccional. No basta con incluir a las personas: hay que incluir sus experiencias en el diseño de la organización.
- Liderazgos valientes y pedagógicos: necesitamos líderes que no solo escuchen, sino que formen, sostengan conversaciones incómodas y tomen decisiones difíciles. El futuro del liderazgo está la coherencia para sostener el cambio.
- Medición con propósito: la narrativa sin datos se agota. El futuro de la DEIP exige pasar del activismo simbólico a los indicadores. ¿Cómo estamos midiendo pertenencia? ¿Dónde se sienten excluidas las personas? ¿Qué decisiones de negocio están impactando la equidad?
El riesgo es quedarse atrás. En los próximos años, las organizaciones que no integren principios de DEIP en su modelo operativo podrán ver impactos tangibles: en la retención del talento joven, en su reputación ante inversionistas y consumidores, en su capacidad de innovar con propósito. Como lo evidencian experiencias internacionales, la DEIP no es solo justicia: es riesgo o ventaja competitiva.
Por eso, urge una agenda ambiciosa que:
- Priorice la pertenencia como el corazón de la experiencia laboral.
- Fortalezca los programas de empleabilidad para personas tradicionalmente excluidas.
- Desarrolle redes de aprendizaje interorganizacional para compartir buenas prácticas.
- Incida en la política pública y la legislación desde el sector privado.
Todo esto se sostiene en el coraje institucional para asumir que lo que funcionaba ayer no basta para mañana. Se necesita escucha profunda, sobre todo de quienes no han estado en la mesa de decisiones. Se necesita tiempo, presupuesto y paciencia para construir cambios duraderos. Pero, sobre todo, se necesita creer que podemos hacer empresa de otra manera.
Porque el futuro de la DEIP consiste en abrir caminos.
Y tú, ¿ya estás pensando en tu futuro?
- ¿Tu organización está preparada para rediseñar desde la equidad?
- ¿Tienes los datos y la voluntad para tomar decisiones valientes?
- ¿Qué estás haciendo hoy que impactará positivamente a quienes vienen mañana?
El futuro ya empezó. Y construirlo con justicia, dignidad y propósito es una elección diaria.
Autoría: Sato Tamashiro y Megumi Dávila
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